jueves, 12 de agosto de 2010



Las pretensiones del edificio eran bien modestas: una amplia sala capitular, cuartos para los ediles y algunos pocos calabozos destinados a albergar a los pocos malhechores que se suponía merodeaban por calles y quintas. Pero les falló el cálculo, porque bien pronto los aguaciles tuviero que utilizar la Sala Capitular como Cárcel Pública. Esto determinó que el Cuerpo Municipal tuviera que retornar al Fuerte. Mientras, en 1614, era nombrado alarife oficial del Cabildo, Bacho de Filicaya, un marino con conocimientos en albañilería llegado a Buenos Aires en 1611 como maestro del pasaje "Nuestra Señora de los Ángeles".
Al fundarse la Ciudad en 1580, los ediles tuvieron que echar a suerte para ver en cual de sus casas realizaban sus acuerdos. De esto se desprende que el Cabildo era bien pobre y que sus arbitrios constituían más una intención que un recaudo. Las cosas mejoraron cuando al asumir como Gobernador Hernando Arias de Saavedra, Hernandarias, éste resolvió darles una mano a los ediles y destinó para Sala Capitular una dependencia del Fuerte. Allí continuó por algunos años sesionando el Ayuntamiento.
El 3 de marzo de 1608, el alcalde Manuel de Frías propuso la necesidad de construir un cabildo. Los fondos para este emprendimiento provendrían de impuestos a las naves que entraban y salían del puerto de Buenos Aires. Su construcción finalizó en 1610.
Años después, y debido a la cantidad de presos alojados, el Cabildo resulto chico, a esto se le sumo que durante varios años no se hizo un mantenimiento del edificio, por lo que pronto quedo en ruinas. En mayo de 1682, las autoridades propusieron una segunda construcción.